A principios de la década de 1950 y en un día soleado
estaba en la vieja cancha de la Liga con uno de mis amigos viendo un partido
del torneo local y le cuento una anécdota que alguien me había relatado que
había sucedido en esa cancha unos años atrás.
La historia contaba que se estaba jugando la final del torneo local entre dos grandes clubes del pueblo. Creo que eran Independiente y Defensores.
La historia contaba que se estaba jugando la final del torneo local entre dos grandes clubes del pueblo. Creo que eran Independiente y Defensores.
El relato detallaba que el partido estaba muy parejo y
que ninguno de los equipos había logrado ponerse en ventaja. Estaba claro que
el que lograra hacer un gol iba a ganar el partido. Y el que ganara el partido
iba a ser el campeón de la Liga local de ese año.
Presenciando el encuentro estaba el Comisario del
pueblo, quien era fanático hincha de uno de los dos equipos que pugnaban por el
triunfo.
Faltando muy poco para que terminara el match se
produce cerca del área rival una infracción a favor del equipo del que era
simpatizante el Comisario. La falta había sido cometida un par de metros fuera
del área.
De repente y para sorpresa de todos se lo vio entrar al terreno de
juego al Comisario, vestido con su uniforme y seguido por un agente, y dirigirse
a paso vivo hacia el lugar donde se había cometido la infracción. Cuando llegó
al sitio del foul se agachó, tomó la pelota, la puso bajo el brazo y dijo; yo
vi el foul dentro de área, y decretó penal.
El referí, atemorizado por la
presencia decidida de la autoridad y temiendo ser detenido en caso que lo
contradijera, no dijo nada y colocó la pelota en el punto del penal. Hizo ejecutar
la pena máxima la que se convirtió en gol y le dio el triunfo al equipo de los
amores del Comisario.
Un señor que estaba al lado nuestro junto al
alambrado de la cancha de la Liga escuchaba callado mi relato sobre este
increíble acontecimiento, de golpe se dirigió a nosotros y dijo: “es verdad lo
que contás pibe. Yo estuve ese día en la cancha y sucedió tal como vos lo contás”.
Increíble, pero cierto.
(cuento basado en un hecho real, tomado del muy buen libro de historias ayacuchenses de Carlos Connolly, "Historias de una infancia feliz: un puente en el tiempo", Ed. Deano.com, página 265. Agradezco al autor la autorización para poder publicarlo en esta página)
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