Junto con Eduardo Giangiobbe (Bocha), Alfredo Pérez Erviti (Oreja),
fueron los precursores en Ayacucho, sin títulos habilitantes, del deporte
entendido como una disciplina científica, sujeto a reglas y ortodoxia propias
de una ciencia que, además de atender el adecuado y, sobre todo, equilibrado,
desarrollo corporal, coloca sobre la peana o el campo de juego normas
ineludibles de respeto al adversario, aquello que los ingleses sintetizaron en
la frase, mundialmente aceptada, del fair play o juego limpio.
Pero tratándose de Oreja, le
‘gustaban todas’ y así, era común verlo en la vieja cancha de Independiente
(hoy Barrio Obrero) corriendo y gritando junto a los chicos, sus presuntos
alumnos que, más que tales, eran compañeros de juegos. Eran los tiempos del
‘Profesor’ Pérez Erviti, de los colegios primarios y secundarios. O cuando fue
elegido por el Dr. José Antonio Barbieri en 1973, al ser electo Intendente por
cuarta vez y desempeñarse como tal al frente del ente municipal respectivo.
Dinámica y versatilidad iban con él de la mano. Es que Oreja fue siempre eso,
hasta los cincuenta años por lo menos.
Como futbolista, integrando los
equipos de Independiente y Ferroviario y aquellas selecciones entre otras la
del 41, medalla de bronce en la provincia de Buenos Aires, el delantero -a
juicio de quien escribe- más completo y moderno de nuestro balompié. Su ir y
venir constante, en los tiempos del clásico ‘10’, peón de brega, era el
‘revulsivo’ que enloquecía a las defensas rivales. Sin exquisiteces en el
manejo, dribbling largo, fuerza y velocidad. Con eso bastaba para dejar el
tendal.
Y, por supuesto, un físico privilegiado, que el mantenía ‘de diez’,
porque si no tenía entrenamiento o partidos, el frontón de Aguerre antes, y
Atlético después, cuando no ‘la abierta’ de Rivarola, eran escenarios propicios
para quemar energías en su constante
hiperactividad.
Partido de pelota a paleta en el Viejo Club Hípico de Tandil en el que Ayacucho vence al local (1935)
En la foto se ve al equipo tandilense (izq.), Bernatene (de sobretodo, el juez) y por último al trío ayacuchense compuesto por Ercoreca (suplente) y los hermanos 'Pocho' y 'Oreja' Pérez Erviti
En la foto se ve al equipo tandilense (izq.), Bernatene (de sobretodo, el juez) y por último al trío ayacuchense compuesto por Ercoreca (suplente) y los hermanos 'Pocho' y 'Oreja' Pérez Erviti
Volviendo a la selección de 1941, Oreja con sus frescos 20 años,
fue el Maradona del 86. Era un placer verlo ir v venir por su callejón,
arrastrando rivales que iban dejando como hojarascas en el camino, que parecían
colgados de su cintura.
Pero arriba hablamos de un
deportista total. Porque, además de ser -creemos que con ‘Pariche’ Rodríguez-
los dos mejores jugadores que hubo en Ayacucho en toda su historia, ‘Oreja’ era
un excelente jugador de pelota a paleta, en cancha cerrada o abierta. Creemos
que se inició en la cerrada de Aguerre’ (en los fondos de “Gulliver”, cuando el
recordado Medina era el canchero) y, desde muy chicos, a ‘Oreja’ como a otros,
les prestaba paleta y una pelota ‘chamba’ para que despuntaran el vicio; eran
los tiempos del Dr. Ciaño, de Calcagno, Alberto David, los primeros de Juancito
Patalagoyti y tantos otros que ya no están...
Siendo como era, el mejor
delantero de la historia del fútbol lugareño, llegó también a ser un excelente
pelotari formando pareja con su hermano Néstor (‘Pocho’) que felizmente le
sobrevive y es otro de los grandes del deporte ayacuchense de todos los
tiempos.
Y volviendo al fútbol, viene a
cuento recordar aquella final de las zonas ‘D’ y ‘C’ que Ayacucho jugó en
nuestra ciudad primero y en Mar del Plata después, contra el representativo de
la feliz, que fue eliminado por nuestra selección y de esa modo ser uno de los
cuatro finalistas que disputaron el título de campeón provincial en la ciudad
de Bahía Blanca, en Octubre de 1941.
En el primer partido, de los dos -ida y
vuelta- con que se eliminaban los ganadores de la zona, Ayacucho venció a Mar
del Plata 3 a 0, en la vieja cancha de la Liga, con una actuación memorable.
Hubo que jugar la revancha en Mar del Plata y allí fuimos (quien esto escribe
jugaba de 4, junto a ‘Pariche’ Rodríguez y José Luis Chinicola), y los locales
tenían que ganarnos, al menos por dos goles de diferencia, para forzar un
alargue de 30 minutos y luego los penales, en caso de empate.
Estábamos en el segundo tiempo y
los marplatenses ya estaban 2 a 0 y buscaban el tercero para no ir al alargue.
Nos veníamos defendiendo bien y contraatacando cuando se podía. Ellos
necesitaban un gol más para forzar los penales cuando, en un entrevero en el
área de Ayacucho, un rechazo potente de Emilio Carloni dio en la nuca de ‘Pariche’
que se cruzó a pocos metros. El recordado ‘5’ de nuestra selección, que bien
pudo haber jugado en el fútbol grande, quedó atontado y no se repuso en todo el
partido.
Era un león en el medio campo pero, después del pelotazo, preguntaba dónde
estaba y se movía como un autómata. Debió bajar ‘Oreja’ y junto con quien esto
escribe, aguantábamos el temporal como podíamos. Ellos con un gol más, forzaban
el alargue. La pelota llegaba a nuestra área de arriba, de abajo y de los
costados y varias veces nos salvamos por rebotes providenciales. Es que, sin ‘Pariche’
éramos medio equipo.
Plantel campeón del Club Atlético Independiente que conquistó el Quinquenio 1955/1959
(abajo, 5º desde la izquierda, aparece 'Oreja')
(abajo, 5º desde la izquierda, aparece 'Oreja')
Así las cosas, sucede que uno de
los tantos rechazos que sacábamos como podíamos en el medio campo, la ‘pesca’
Oreja y la manda al campo rival con alma y vida. Por allí andaba, a mitad de
camino entre el arco y el centro de la cancha, el recordado ‘Tarulo’, wing
izquierdo de aquella selección y hermano de ‘Oreja’.
Corre a pelear su posesión con un
back contrario que lo ‘cuidaba’ (los demás, atacantes y defensores estaban en
nuestro campo), llega primero ‘Tarulo’ que alcanza a empujarla hacia adelante,
sacándole al rival un cuerpo apenas. El arquero sale rápido a cubrirlo hasta el
borde del área y ‘Tarulo’ con el último aliento, desde la misma línea del área,
la empuja -más que patearla- con la derecha.
Recordemos que ‘Tarulo’ era más
zurdo que Fidel Castro y... le pegó con la derecha... El balón iba en dirección
al arco, rodando cada vez más despacio, derechito a un palo y el arquero que la
corría desesperado. Llegaron juntos y el arquero exhausto se tiró de cabeza
pero no llegó y el balón entró junto al palo, transponiendo apenas la línea del
gol. Era el 2 a 1 y ahora los marplatenses tenían que hacernos dos goles para
forzar el alargue.
Demás está decir que nos seguimos
defendiendo como leones y ‘Oreja’, Emilio, Carloni, Luis Burgos, José Luis
Chinicola y yo, con la lengua afuera, sacábamos balones a baldazos como isleños
que se les inunda el rancho. Al fin, después de minutos que eran siglos,
interminables, dolorosos de sufrir balones que rebotaban en los palos o les
sacaban astillas; de rebotes providenciales, con los diez ayacuchenses
alineados virtualmente frente a nuestra área chica, sonó una música celestial;
una especie de concierto en Sol Mayor de Schubert, o de “Aida” de Verdi.
Era un vulgar silbato de referí y
que raro que sonara así, con semejantes arpegios que semejaban una feria de
risueñores. Habíamos ganado y clasificado para la serie final de la provincia,
con otros tres equipos: Bahía Blanca, La Plata, Lobos y Ayacucho, para saber
quién era el mejor de la provincia de Buenos Aires.
En esa consagración, Alfredo
Pérez Erviti fue el factor fundamental y decisivo. Con su muerte, desaparece
una leyenda del deporte de nuestra ciudad, que hoy recordamos, con la nostalgia
que producen todas las marchas definitivas de los amigos, pero por sobre todo,
porque con él se fue para siempre el símbolo de más de medio siglo del deporte ayacuchense.
(la excelsa pluma del Dr. Oscar
Ignacio Albano, autor de este artículo que publicara el diario “La Verdad el
sábado 17 de Enero de 2004)
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