lunes, 6 de abril de 2015

Alfredo Pérez Erviti, un deportista total



Junto con Eduardo Giangiobbe (Bocha), Alfredo Pérez Erviti (Oreja), fueron los precursores en Ayacucho, sin títulos habilitantes, del deporte entendido como una disciplina científica, sujeto a reglas y ortodoxia propias de una ciencia que, además de atender el adecuado y, sobre todo, equilibrado, desarrollo corporal, coloca sobre la peana o el campo de juego normas ineludibles de respeto al adversario, aquello que los ingleses sintetizaron en la frase, mundialmente aceptada, del fair play o juego limpio.

Pero tratándose de Oreja, le ‘gustaban todas’ y así, era común verlo en la vieja cancha de Independiente (hoy Barrio Obrero) corriendo y gritando junto a los chicos, sus presuntos alumnos que, más que tales, eran compañeros de juegos. Eran los tiempos del ‘Profesor’ Pérez Erviti, de los colegios primarios y secundarios. O cuando fue elegido por el Dr. José Antonio Barbieri en 1973, al ser electo Intendente por cuarta vez y desempeñarse como tal al frente del ente municipal respectivo. 

Dinámica y versatilidad iban con él de la mano. Es que Oreja fue siempre eso, hasta los cincuenta años por lo menos. 

Como futbolista, integrando los equipos de Independiente y Ferroviario y aquellas selecciones entre otras la del 41, medalla de bronce en la provincia de Buenos Aires, el delantero -a juicio de quien escribe- más completo y moderno de nuestro balompié. Su ir y venir constante, en los tiempos del clásico ‘10’, peón de brega, era el ‘revulsivo’ que enloquecía a las defensas rivales. Sin exquisiteces en el manejo, dribbling largo, fuerza y velocidad. Con eso bastaba para dejar el tendal. 

Y, por supuesto, un físico privilegiado, que el mantenía ‘de diez’, porque si no tenía entrenamiento o partidos, el frontón de Aguerre antes, y Atlético después, cuando no ‘la abierta’ de Rivarola, eran escenarios propicios para quemar  energías en su constante hiperactividad. 

Partido de pelota a paleta en el Viejo Club Hípico de Tandil en el que Ayacucho vence al local (1935)
En la foto se ve al equipo tandilense (izq.), Bernatene (de sobretodo, el juez) y por último al trío ayacuchense compuesto por Ercoreca (suplente) y los hermanos 'Pocho' y 'Oreja' Pérez Erviti

Volviendo a la selección de 1941, Oreja con sus frescos 20 años, fue el Maradona del 86. Era un placer verlo ir v venir por su callejón, arrastrando rivales que iban dejando como hojarascas en el camino, que parecían colgados de su cintura.

Pero arriba hablamos de un deportista total. Porque, además de ser -creemos que con ‘Pariche’ Rodríguez- los dos mejores jugadores que hubo en Ayacucho en toda su historia, ‘Oreja’ era un excelente jugador de pelota a paleta, en cancha cerrada o abierta. Creemos que se inició en la cerrada de Aguerre’ (en los fondos de “Gulliver”, cuando el recordado Medina era el canchero) y, desde muy chicos, a ‘Oreja’ como a otros, les prestaba paleta y una pelota ‘chamba’ para que despuntaran el vicio; eran los tiempos del Dr. Ciaño, de Calcagno, Alberto David, los primeros de Juancito Patalagoyti y tantos otros que ya no están...

Siendo como era, el mejor delantero de la historia del fútbol lugareño, llegó también a ser un excelente pelotari formando pareja con su hermano Néstor (‘Pocho’) que felizmente le sobrevive y es otro de los grandes del deporte ayacuchense de todos los tiempos.

Y volviendo al fútbol, viene a cuento recordar aquella final de las zonas ‘D’ y ‘C’ que Ayacucho jugó en nuestra ciudad primero y en Mar del Plata después, contra el representativo de la feliz, que fue eliminado por nuestra selección y de esa modo ser uno de los cuatro finalistas que disputaron el título de campeón provincial en la ciudad de Bahía Blanca, en Octubre de 1941. 

En el primer partido, de los dos -ida y vuelta- con que se eliminaban los ganadores de la zona, Ayacucho venció a Mar del Plata 3 a 0, en la vieja cancha de la Liga, con una actuación memorable. Hubo que jugar la revancha en Mar del Plata y allí fuimos (quien esto escribe jugaba de 4, junto a ‘Pariche’ Rodríguez y José Luis Chinicola), y los locales tenían que ganarnos, al menos por dos goles de diferencia, para forzar un alargue de 30 minutos y luego los penales, en caso de empate. 

Estábamos en el segundo tiempo y los marplatenses ya estaban 2 a 0 y buscaban el tercero para no ir al alargue. Nos veníamos defendiendo bien y contraatacando cuando se podía. Ellos necesitaban un gol más para forzar los penales cuando, en un entrevero en el área de Ayacucho, un rechazo potente de Emilio Carloni dio en la nuca de ‘Pariche’ que se cruzó a pocos metros. El recordado ‘5’ de nuestra selección, que bien pudo haber jugado en el fútbol grande, quedó atontado y no se repuso en todo el partido. 

Era un león en el medio campo pero, después del pelotazo, preguntaba dónde estaba y se movía como un autómata. Debió bajar ‘Oreja’ y junto con quien esto escribe, aguantábamos el temporal como podíamos. Ellos con un gol más, forzaban el alargue. La pelota llegaba a nuestra área de arriba, de abajo y de los costados y varias veces nos salvamos por rebotes providenciales. Es que, sin ‘Pariche’ éramos medio equipo.

 Plantel campeón del Club Atlético Independiente que conquistó el Quinquenio 1955/1959
(abajo, 5º desde la izquierda, aparece 'Oreja')

Así las cosas, sucede que uno de los tantos rechazos que sacábamos como podíamos en el medio campo, la ‘pesca’ Oreja y la manda al campo rival con alma y vida. Por allí andaba, a mitad de camino entre el arco y el centro de la cancha, el recordado ‘Tarulo’, wing izquierdo de aquella selección y hermano de ‘Oreja’.

Corre a pelear su posesión con un back contrario que lo ‘cuidaba’ (los demás, atacantes y defensores estaban en nuestro campo), llega primero ‘Tarulo’ que alcanza a empujarla hacia adelante, sacándole al rival un cuerpo apenas. El arquero sale rápido a cubrirlo hasta el borde del área y ‘Tarulo’ con el último aliento, desde la misma línea del área, la empuja -más que patearla- con la derecha. 

Recordemos que ‘Tarulo’ era más zurdo que Fidel Castro y... le pegó con la derecha... El balón iba en dirección al arco, rodando cada vez más despacio, derechito a un palo y el arquero que la corría desesperado. Llegaron juntos y el arquero exhausto se tiró de cabeza pero no llegó y el balón entró junto al palo, transponiendo apenas la línea del gol. Era el 2 a 1 y ahora los marplatenses tenían que hacernos dos goles para forzar el alargue.

Demás está decir que nos seguimos defendiendo como leones y ‘Oreja’, Emilio, Carloni, Luis Burgos, José Luis Chinicola y yo, con la lengua afuera, sacábamos balones a baldazos como isleños que se les inunda el rancho. Al fin, después de minutos que eran siglos, interminables, dolorosos de sufrir balones que rebotaban en los palos o les sacaban astillas; de rebotes providenciales, con los diez ayacuchenses alineados virtualmente frente a nuestra área chica, sonó una música celestial; una especie de concierto en Sol Mayor de Schubert, o de “Aida” de Verdi. 

Era un vulgar silbato de referí y que raro que sonara así, con semejantes arpegios que semejaban una feria de risueñores. Habíamos ganado y clasificado para la serie final de la provincia, con otros tres equipos: Bahía Blanca, La Plata, Lobos y Ayacucho, para saber quién era el mejor de la provincia de Buenos Aires. 

En esa consagración, Alfredo Pérez Erviti fue el factor fundamental y decisivo. Con su muerte, desaparece una leyenda del deporte de nuestra ciudad, que hoy recordamos, con la nostalgia que producen todas las marchas definitivas de los amigos, pero por sobre todo, porque con él se fue para siempre el símbolo de más de medio siglo del deporte ayacuchense.

(la excelsa pluma del Dr. Oscar Ignacio Albano, autor de este artículo que publicara el diario “La Verdad el sábado 17 de Enero de 2004)

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