Hace ya unos cuantos días recibí un e-mail de mi amigo de la infancia, el Doctor Aníbal Iriarte, en el que me adjuntaba un artículo periodístico que había redactado y había hecho llegar a un blog de fútbol de Ayacucho. El artículo hablaba de una experiencia que habíamos compartido en nuestros años de universitarios: El triunfo del equipo de universitarios de Ayacucho sobre su similar de Tandil por 4 a 2, resultado casi milagroso para la época.
El partido se había jugado en La Plata en 1962, es decir, hace 50 años. En aquel equipo estábamos, como lo atestigua la foto que completaba el artículo, Aníbal (gran arquero del equipo), mi hermano Jorge, y yo, entre otros entrañables amigos de la juventud. Yo estudiaba en Buenos Aires, así que junto a Jorge íbamos como “refuerzos”, cada vez que nos llamaban, para integrar el equipo. Nunca llegué a saber con certeza si íbamos como refuerzos, porque realmente nuestros amigos de La Plata pensaban que le aportábamos alguna calidad extra al “team”, o porque simplemente no lograban juntar once en La Plata. Intuía que era más esto último que lo primero.
Luego de agradecerle a Aníbal por el recuerdo me quedé “navegando” en los ricos artículos del blog, sobre todo aquellos que hablaban de la época en que yo había vivido en aquel lugar. Si bien nací en la Capital Federal en 1942 me crié en Ayacucho. Mi papá, José Connolly fue nombrado gerente de la Usina Eléctrica del pueblo y llegó con su familia en el año 1945. Yo tenía tan sólo tres años. Viví allí hasta 1958, momento en que me fui a terminar mis estudios secundarios a Mar del Plata, y de allí directo a Buenos Aires a hacer mi carrera universitaria.
Viendo las fechas se puede comprobar que pasé mi infancia y mi primera juventud, hasta los 15 años, en el pueblo. Después la vida hizo que sólo volviera en alguna que otra oportunidad, casi siempre con motivo de los festejos de algún aniversario de la promoción del Colegio Normal de Ayacucho, en el que yo no me había graduado, pues lo había hecho en el Nacional Mariano Moreno de Mar del Plata, pero que a cuyas celebraciones y festejos siempre me invitaban y me siguen invitando mis ex compañeros como si hubiera egresado con ellos.
En un artículo del blog de fútbol sobre el “equipo de Ayacucho de todos los tiempos”, elegido por votación popular, vi con sorpresa que uno de sus integrantes era ‘Carita’ Gourriet. Su nombre me remitió como un rayo al año 1953, al equipo de Baby Futbol de la Escuela Nº 1 en el que yo había jugado y del cual, si la memoria no me fallaba, también ‘Carita’ había sido miembro.
Yo sabía que entre mis fotos viejas tendría que estar la de aquel recordado equipo, y si la encontraba podría verificar si efectivamente el “crack ayacuchense” había formado parte de ese equipo o no. Así que comencé a buscar la foto hasta que finalmente la encontré. En efecto, allí estaba yo, agachado como wing derecho, usando un gorrito blanco, que supongo tenía el objetivo de incorporar en mí, por transposición mágica, la calidad goleadora que supuestamente la boina blanca le daba a Severino Varela, el gran goleador de Boca, objetivo que evidentemente mi gorrito no lograba plasmar en mí.
En la fila de los “parados” estaba, Pedro ‘Carita’ Gourriet, muy pibe aún. Nuestro equipo daba ventajas de edad, ya que el único jugador que iba a sexto grado, es decir, que tenía doce años, era nuestro centrofordward ‘Tito’ Masciotro. Yo iba a quinto grado y tenía 11 años, y ‘Carita’ creo que tenía 10 años, un año menos que yo.
Al verlo a ‘Carita’ allí paradito en la foto, y sabiendo lo que se ahora de su gran trayectoria posterior, me vino a la mente una frase que alguien había dejado caer cuando se formó nuestro equipo: “Este equipo va a ser una cuna de campeones”. La frase me había intrigado desde el día que la escuché por primera vez y, dado los magros resultados que obtuvo el equipo, siempre me había sonado a una especulación equivocada de alguien que nos quería más de lo que sabía de fútbol.
La cosa comenzó un día en que mi amigo ‘Tito’ Masciotro cayó por mi casa a contarme que se estaba organizando un torneo de Baby Fútbol (con pibes de hasta 12 años) y que nuestra escuela, la número 1, estaba armando un equipo del cual me invitaba a participar. A mí me gustaba jugar a la pelota ya que en casa, la casa del Gerente de la Usina (hoy convertida en Centro Cívico), teníamos un gran terreno donde diariamente organizábamos picados con nuestros amiguitos, y ‘Tito’ era uno de los participantes cotidianos de esos picados.
No le costó mucho convencerme y juntos fuimos a pedirle permiso a mi mamá para que me autorizara a integrar el equipo, cosa que hizo una vez que verificó que el torneo estaba bien organizado y que la escuela, presentaba un “equipo oficial”.
Creo que ese fue el primer torneo de futbol infantil que se jugó en Ayacucho, por lo que se lo puede considerar “un hito” del fútbol infantil en la ciudad. Se jugaba en un terreno sobre la Avenida Solanet, donde está actualmente la sede del Club Ferroviario. Era Diciembre de 1953 y los partidos se jugaban a la noche, para lo cual se había instalado en la canchita una “moderna iluminación”, toda una novedad para el pueblo por esos días. También se pasaban noticias de la marcha del campeonato y algo de publicidad por unos altoparlantes adecuadamente distribuidos en el predio y se propalaba música antes de los partidos y en los entretiempos de los mismos. Así fue que quedaron grabados en mi memoria aquellas noches cálidas de Diciembre de 1953 junto a los acordes y los versos de “Farolito de papel”, el recordado tango que tocaba ‘Pichuco’ Troilo con su orquesta y que cantaba la lírica voz de Alberto Marino.
Tito me explicó que nuestro “Director Técnico” iba a ser un señor muy serio que sabía mucho de fútbol llamado Marcial Álvarez, al que le decían ‘Chaín’. Era conocido en el pueblo como Marcial ‘Chaín’ Álvarez, por lo que nunca llegué a saber con certeza si ‘Chaín’ era su sobrenombre o su segundo nombre. ‘Chaín’ era para nosotros un hombre grande. Viéndolo en la foto me doy cuenta ahora que debería tener poco más de veinte años, pero para nosotros era como si tuviera cuarenta. Era muy serio y formal, cosa que puede verse en la foto. Iba a los partidos prolijamente vestido con un traje oscuro y con camisa y corbata blanca, y su atuendo incluía un pañuelo también blanco en el bolsillo superior del traje. Marcial nos trataba con gran afecto y respeto. Respeto que también exigía que le tuviéramos a él, que era nada menos que nuestro DT.
Viendo la foto observo y recuerdo que conformaban el equipo (parados de izquierda a derecha) Jorge Lo Cirio (al lado de ‘Chaín’), gran amigo mío de la barra de la Usina, ‘Kelito’ Rigas (según dice atrás en la foto), aunque yo lo recuerdo como ‘Kelito’ Malcorra, nuestro gran arquero. Nunca supe el nombre de pila de ‘Kelito’. Para todos nosotros Kelito era… Kelito. A su lado, como dije, está Pedro ‘Carita’ Gourriet, y luego Iriarte, cuyo nombre creo que era Francisco y le decían ‘El Vasco’, y que no tenía ningún parentesco con mi amigo Aníbal.
En la línea de los agachados aparezco yo, Carlos ‘Cato’ Connolly, de wing derecho. En esa época casi todos los pibes nos llamábamos por sobrenombres y el mío era ‘Cato’. No se ni cuando comenzaron a llamarme así, ni quien me puso ese sobrenombre. Lo cierto es que para todos yo era ‘Cato’ Connolly (y para algunos viejos amigos sigo siendo ‘Cato’). A mi lado está quien era nuestro “temible” goleador: ‘Tito’ Masciotro, también querido amigo de la barra de la Usina y, como dije, responsable de mi presencia en el equipo, y completando la fila, Alejandro Masciotro, primo de ‘Tito’, que venía de una familia radicada en el campo y que estaba haciendo la primaria en el pueblo. Nuestra camiseta era como la de Gimnasia y Esgrima de La Plata: blanca con una franja azul en el medio.
Se puede leer en el dorso de la foto el siguiente texto “Equipo representativo de la Escuela Nº 1 en el Torneo de Baby Fútbol de Ayacucho. Diciembre de 1953. Sobre un total de 15 equipos se clasificó en la décima posición”.
La última frase del texto deschava sin anestesia que evidentemente no se trató de un gran éxito deportivo ni nada de lo que deberíamos sentirnos demasiado orgullosos. Claramente el que había profetizado que nuestro equipo iba a ser una “cuna de campeones” le había errado fiero. No es mucho lo que recuerdo de los partidos que disputamos. Se que tuvimos un par de actuaciones notables, suficientes para ser colocados en la lista de “candidatos a campeones”.
Le habíamos ganado a la Escuela Nº 4, que eran junto a la Escuela Nº 7 y al equipo del Aero Club los mejores del torneo. En la Escuela Nº 4 jugaba ‘Cacho’ Núñez, quien llegó a ser un gran jugador, miembro del seleccionado de la Escuela Normal Nacional de Ayacucho y, posteriormente, jugador de la Selección Mayor de Ayacucho. También logramos un empate con el Aero Club, cuya figura más destacada era un negrito de gran habilidad. Era el ‘Negrito’ Márquez, que además de jugar muy bien era un buen pibe, muy querido por todos.
El “espejismo” duró hasta que enfrentamos a los mejores, los pibes de la Escuela Nº 7, que para hacer honor al número de su escuela nos ganaron 7 a 0. Nosotros deberíamos haber hecho por lo menos un gol para hacerle honor al número de la nuestra, pero ni siquiera eso logramos.
A partir de allí salimos del grupo de los “candidatos al título” y pasamos a tener una serie de resultados intrascendentes, con algunos triunfos, muchos empates y más derrotas. En síntesis, fuimos décimos… “cómodos”.
Para destacar en nuestro equipo estaba la figura de Kelito, nuestro “gran arquero”. Era del tipo de los arqueros atajadores, espectaculares. Un pichón de ‘Pato’ Fillol. Volaba todo el tiempo. La mayoría de las veces volaba y al instante siguiente tenía que ir a sacar la pelota del fondo del arco. Recuerdo que alguna de sus espectaculares voladas fueron exitosas, impidiendo algún gol del adversario pero… fueron las menos. Era querido y admirado por su arrojo. Recuerdo una anécdota que me contó mi mamá. Ella estaba detrás del arco nuestro.
Atacaban los rivales y un furibundo disparo se estrelló en el ángulo formado entre uno de los palos y el travesaño. ‘Kelito’ esa vez no voló. Había quedado clavado, como congelado, impertérrito en el medio del arco, un poco adelantado tal vez. Ni se movió. Solo atinó a seguir con un movimiento de su cabeza la trayectoria de la pelota hasta que ésta reventó el ángulo entre el palo y el travesaño. No fue gol de milagro, y la jugada siguió de manera intranscendente. Fue entonces que ‘Kelito’ se dio vuelta y le dijo a los miembros de la hinchada entre los que estaba mi mamá: “Hice vista. Yo sabía que esa pelota no entraba”. Cabe aclarar que eran muchas más las que entraban de las que no entraban cuando nuestro gran arquero “hacía vista”. ¡Qué grande era ‘Kelito’! Todos lo queríamos y la gente creía que atajaba bien. Nosotros, los del equipo, no lo creíamos tanto.
Pero me pregunto por qué sigo recordando todo esto de nuestro equipo del Baby si al final no fuimos la esperada “cuna de campeones” que alguien había profetizado que seríamos. Salvo la excepción que futbolísticamente fue ‘Carita’ Gourriet, que en efecto llegó a ser “un campeón” salido de aquella lejana cuna. De los demás, nada. Nada de nada. ¿Pero por qué yo me siento también un campeón salido de aquella escuela de fútbol a cincuenta años de distancia?
Creo que la respuesta tiene que ver con la figura de ‘Chaín’, nuestro querido entrenador. Él nos enseñó que teníamos que jugar para ganar, ya que ganar era lindo. Pero también nos dijo que lo más importante no era ganar, que nosotros éramos pibes y que nos divirtiéramos jugando al fútbol. Que jugáramos alegremente y en equipo, ya que el fútbol era un juego de equipo. Que teníamos que respetar a nuestros rivales, y que cuando perdíamos teníamos que saber perder, ya que era más difícil y más importante saber perder con grandeza que ganar. Y si un rival nos había superado era seguramente porque había jugado mejor que nosotros. Y finalmente, que aprovecháramos la oportunidad para hacernos más amigos entre los miembros de nuestro equipo y que encontráramos algún nuevo amigo también entre los chicos de los otros equipos.
Incluso ‘Chaín’ nos enseñaba cómo debíamos entrar a la cancha y cómo debíamos dar las hurras en el centro del campo. La estética del equipo también era importante para él. De fútbol nos enseñó poco, por no decir nada. Tal vez intuía que la materia prima con que contaba no daba para mucho. Incluso ‘Carita’, tal vez porque era muy chico, no mostraba aún la gran calidad que lo iba a distinguir en el futuro.
En efecto, ‘Chaín’ nos estaba enseñando a ser campeones, pero no campeones de fútbol, ya que él sabía que salvo que se produjera un milagro, nuestras condiciones futbolísticas no nos iban a llevar muy lejos, sino que nos enseñaba a ser campeones de la vida. Nos estaba enseñando a ser buenas personas, a saber ganar, pero también a saber perder, a ser buenos amigos, y a disfrutar de los momentos lindos que nos regalaba la vida.
La “cuna de campeones” que alguien profetizó en aquellos días como futuro de aquel equipo en realidad lo fue. Fue “cuna de campeones de la vida”. Hasta donde yo se, todos fuimos buenas personas y una parte de ello se la debemos a nuestro querido DT, el gran Marcial ‘Chaín’ Álvarez y a aquel hermoso torneo de Baby Futbol que jugamos en Ayacucho en el lejano y cálido Diciembre de 1953.
La foto de nuestro equipo que aquí les presento la debe haber sacado el señor Ramos, el fotógrafo del pueblo. El mismo que nos sacaba las fotos en nuestros cumpleaños y las fotos de nuestra primera comunión.
Quiero creer que ‘Chaín’ ya había dibujado en nuestras almas el circuito integrado de sus grandes valores y que fue el flash de la cámara del señor Ramos el que los grabó definitivamente y de manera indeleble en nuestras almas en el momento en que nos sacó esta hermosa y eterna foto.
Yo no lo volví a ver a ‘Chaín’ nunca más. Sabía por mi hermano que se había ido a trabajar a Mar del Plata, y fue ‘Carita’ quien me dijo hace un par de años que había vuelto a Ayacucho ya de grande y que había fallecido.
Cuando lo escucho a Marcelo Bielsa exponer sus valores sobre el fútbol pienso que debe haber tenido un DT como Marcial ‘Chaín’ Álvarez cuando él jugaba al Baby Fútbol en Rosario.
Vaya también mi recuerdo para mis compañeros y amigos de aquel fantástico equipo de Baby Fútbol de la Escuela Nº 1 de Ayacucho, que salió décimo entre quince participantes, pero que fue una verdadera “cuna de campeones de la vida”.
Con afecto
Carlos 'Cato' Connolly
Don Torcuato, Mayo de 2012
(cuento, basado en un hecho real, extraído del excelente libro de
historias ayacuchenses de Carlos Connolly, "Historias de una infancia
feliz: un puente en el tiempo", Ed. Deano.com, página 195.
Agradezco a mi querido amigo
'Cato' Connolly la autorización para poder publicar este cuento, y de ese modo poder compartirlo con todos ustedes)
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