Nuestro pueblo, de neta raigambre campesina, cobija nuestros sueños, palpita con nuestras alegrías y conoce de nuestras frustraciones.
En él nos cruzamos a diario con ‘futboleros’ de estirpe, jóvenes ‘sesentones’ que hicieron décadas atrás las delicias de una tribuna y en el cual la llama del fútbol arderá mientras tengan vida.
Pero, hay un hombre diminuto, incombustible, que pareciera haber hecho un pacto secreto con el tiempo.
Su fisonomía no ha variado, ha acumulado años y experiencias, pero su figura está tal cual se la veía dentro de una cancha de fútbol. Dentro de él una pelota imaginaria gira las 24 horas, sin parar ni dar señales de agotamiento.
La pelota es el amor de su vida.
Con 66 años, aún la mima y la trata como cuando las gradas del “Dr. José Antonio Barbieri” se venían abajo con sus piques electrizantes y sus desfachatados desbordes.
A esa edad, en la que para muchos de sus ex compañeros el fútbol es solo un recuerdo, la presencia de él los sábados a la hora de la siesta en la cancha del Club Atlético Independiente es, desde hace años, una fija junto a otros veteranos que despuntan el vicio en el complejo ‘rojo’.
Su trabajo de pintor, su bicicleta celeste y esa pequeña figura son pinturas marcadas a fuego en el paisaje ayacuchense. Si esa bicicleta está parada junto a un cordón su propietario y el interlocutor ocasional, en un 90%, tienen que estar hablando de fútbol. De su Independiente de Avellaneda querido, de alguna anécdota risueña que pasó hace años dentro de una cancha o del partido que se viene en Independiente el sábado después de las 14,30.
Fútbol, fútbol, fútbol y más fútbol. La pasión en él no sabe de 24 horas.
Usted, amigo lector, a esta altura del relato es probable que, sin haber leído el título de la nota, adivinase que estamos hablando de Carlos ‘Negro’ Rojo, nuestro buen amigo. Tratando de saciar nuestra curiosidad acerca de su carrera, de sus recuerdos y fundamentalmente de su vigencia, nos reunimos una lluviosa mañana de Enero de 2011 con todo el tiempo por delante y dejando que ese lluvioso marco haga brotar en él sus mejores vivencias y toda la nostalgia por aquellas memorables jornadas en nuestro Estadio Municipal defendiendo a nuestra selección o alguno de los clubes en donde militó (Ateneo Estrada, Ferroviario, Estudiantes, Sarmiento y Juventud Unida).
Y el 'Negro' empieza a contar: Soy nacido el 28 de Diciembre de 1944, casado con Nora Alicia Quiroga, tengo tres hijos (Verónica de 35 años, Mario de 32 -ex jugador de Defensores y Estrada- y Sofía de 24 años) y tres nietos (Jeremías, el mayor de 14 años, Matías, el futbolero de 10 y Joaquín, el más chico, de 5 años).
Yo, de chico, hasta los 4 ó 5 años estuve en Casas Cunas y Orfanatos. Con el correr del tiempo caigo en una Escuela Modelo en General Alvear, tenía que terminar 6º grado, justo cuando arrancaba el Secundario. Imaginate, era todo el día andar en la calle, me escapaba, todo el día detrás de la pelota. Acumulé un montón de faltas y si bien no me dejaron libre, me enviaron a Las Armas al Instituto “Ortiz Basualdo”. Caí en los mejores momentos porque aprendí mucho ahí. No había mucha gente pero se aprendían oficios, a hacer granja, vacunos, carpintería, panadería. Trabajábamos muy bien, y el que quería aprender aprendía y deportes ni hablar. Natación, básquet, de todo aprendí. Y ahí largué.
Llego a Ayacucho el 13 de Septiembre de 1959 a través de Don Juan Piergüidi que estaba en la Estancia “Cortaderas” (camino viejo a Estación Solanet, pasando el Club “El Cardal”) en donde me lleva de pollero. Yo vivía permanente en la estancia pero Don Juan me decía “vos no sos para acá”. A mí me gustaba mucho el fútbol y le revolucioné la Estancia porque había un parque grandísimo, me compré un fútbol y él me decía “me has revolucionado todo el barrio” porque los domingos se me venían los gauchos de todas las estancias a jugar el ‘picado’ (risas). ¿Te lo imaginás a Don Juan con la camiseta de breteles y la bombacha rumbo al campo de juego? Me cortaba el pasto de todo el parque con una máquina “Ardanaz” y el domingo era una fiesta. Espectacular.
Después le dije a Piergüidi “Don Juan, yo me quiero ir para otro lugar” y me ubicó en una estancia en Gral. Pirán. Duré un mes.
Ya andabas cerca de afincarte en Ayacucho, ¿cómo se da tu llegada al Ateneo Estrada en donde son tus inicios en nuestro fútbol?
Yo venía de viaje de haber visitado a mi madre y, antiguamente, los micros de aquellos años (El Cóndor, El Rápido, etc.) no entraban al pueblo, había que ir hasta la Ruta a buscar a los pasajeros que venían hacia Ayacucho.
Justo había ido un auto a buscar al ‘Gordo’ Raimondi, quién también venía en el mismo colectivo y en Las Armas me dice Raimondi “¿no querés que te llevemos?”, pues yo había venido en el viaje hablando con él.
Acepté y me tocó ir atrás con el ‘manquito’ Antonelli y adelante Raimondi y otra persona que manejaba el coche.
Sale la charla y ¿de qué íbamos a ir hablando? De fútbol. Le digo a Antonelli que me gustaba mucho el fútbol y me pregunta “¿y jugás?”, “Sí, juego”. Me dijo que él era directivo del Ateneo Estrada y así fue, llegué por él. Yo le había dicho que no tenía problemas en jugar en el club pero que necesitaba trabajo en Ayacucho.
Me consiguió, en forma temporal, en una chacra de un hombre que tenía unas vacas de ordeñe y era allegado a Estrada. Estuve un tiempo pero le dije a la gente de Estrada que yo quería irme para el pueblo y que me consiguieran un trabajo estable y así aparecí trabajando en la cocina del Hotel “Comercio” y ahí ya me quedé acá.
Yo andaba por los 16 años y fue debut en las divisiones inferiores y casi, paralelamente, debut en Primera División.
El 'Negro' (1º abajo desde la derecha) junto a la 3ª división del Ateneo Estrada (1963)
¿Qué recordás del debut en Primera?
Era un sábado. Yo tenía que jugar un rato en 3ª y después en la 2ª. Me dice Aníbal Sánchez “Negrito ¿no querés jugar en la Primera mañana?” “Sí, sí” ¿vos sabés lo que era para mí? Bueno, al otro día debuto en Primera y yo era muy gambeteador. En la primera pelota lo hago pasar de largo a Carlitos Próspero y en la segunda a Fabiani. Sánchez se agarraba la cabeza y me gritaba “esas cosas no se hacen Negrito”, pero que te cuento que a los diez minutos me desgarré, por lo que jugué esos diez minutos nomás.
Una vez recuperado de ese desgarro volví y ya me asenté en Primera, aunque de número ‘8', junto a ‘Coco’ Milloc de ‘5’ y el ‘Gallego’ Sayago de ‘10’. Yo de ‘8’ llegaba mucho al gol y al equipo le estaba faltando por lo que después ya me fui a jugar arriba de ‘9’. Recuerdo que arriba jugábamos junto al ‘Negro’ Gerardo Taylor, Ramón Quinteros, Sayago y Cabarrou. Con esa delantera le ganamos a Sarmiento que tenía unos ‘monstruos’ por 2 a 0. Era un buen equipo, con Rubén Cabarrou atrás y otros buenos jugadores.
Al Sarmiento de esos años le hacíamos partido pero a la larga ellos tenían algo más y te ganaban. Un día íbamos 0 a 0 con ellos, para nosotros era un triunfo, córner desde la derecha, entra ‘Pocho’ Guisande la toca, la mete en el ángulo y 1 a 0 Sarmiento. Terminó el partido ahí.
Otro partido con el ‘Torta’ González, ganábamos 1 a 0, no estaba Sayago, en el último minuto penal para Estrada, lo tiro y me lo atajan. Primer y último penal que pateé en mi vida. No quise patear nunca más. Tal vez tenía colocación, pero no tenía la fuerza que se necesita para patearlos. Como te digo, siempre haciéndole fuerza a Sarmiento pero era difícil jugar contra ellos.
¿Cuál fue el compañero que más te entendió dentro de una cancha?
¡Con el ‘Gallego’ Sayago una dupla que andá con Acosta y Silva, los de Lanús! (risas). El ‘Gallego’ tenía una visión del fútbol espectacular, me hacía jugar y jugaba conmigo. Me decía ¡Negro! y yo ya sabía por dónde vendría la pelota. Amagaba y estaba siempre desmarcado, se iba siempre por donde quería él.
Tuvo el lujo, que no lo tiene nadie, de jugar de ‘8’ en un equipazo como fue el Estudiantes del ’73. ¿Cómo no lo iban a poner de ‘8’ si no le quitaba nadie la pelota? Era muy vivo para jugar, zurdo, y era imposible sacarle la pelota. Para mí el ‘Gallego’ fue lo máximo.
¿Hubo algún jugador que te complicaba en la forma de marcarte y al cual era difícil pasarlo?
Sí, el ‘Cabezón’ Víctor Vallejos, de quien era muy amigo. Era un tipo muy duro, rápido y te demostraba mucha presencia. Muy tiempista. Yo trataba de llevarlo para afuera pero igual él no perdía su posición y mandaba a un compañero a tomarte y te ‘visteaba’ a cada rato.
¿Y la tristeza más grande de tu carrera?
La más terrible fue cuando me lesioné en la rodilla y estuve 3 años parado. Siempre comento, con ese gran amigo que es Alfredo Menéndez, como hemos maltratado nuestros cuerpos pues lesionados y dañados del todo siempre dentro de una cancha, jugando. Él hace poco se rompió los ligamentos y juega con nosotros, Alfredo lesionado de grande y yo de joven.
¿Cómo fue aquella lesión ‘Negro’?
Sonsa. Yo tenía 23 años, jugaba en Estrada, y en un entrenamiento ‘Miguelito’ Escobar se me tira de atrás, sin mala intención, y ahí fue. No me pude levantar, me enyesó el Dr. Juan Patalagoyti con una bota larga de yeso que a la semana un compañero de la pensión me la sacó pues era inaguantable. Me operaron el 30 de Octubre de 1968 y estuve hasta los 27 años sin jugar.
Pudieron haber sido los mejores cuatro años de mi carrera, teniendo en cuenta como me sentía y como me cuidaba. Además uno va aprendiendo y hoy uno sabe los cuidados que deben tenerse para evitar ese tipo de lesiones. No sé si he sido suertudo o qué, pero salvo esa lesión no he tenido otras y eso que no soporto las canilleras ni los vendajes.
Ese año hubiera sigo muy bueno para mí, me encontraba bárbaro. Cuando estuve en la Selección me encontraba diez puntos. Ni cuando tuve 20 años ni 30, ese año estaba bárbaro.
Recién había empezado el campeonato local, se habían jugado dos partidos y yo había hecho cuatro goles. Empatamos con Independiente 1 a 1 y todos los monstruos que tenía en esa época (Vidal, Balassanián, etc.). Yo había hecho un gol y faltando cuatro minutos nos empató Héctor Membrilla, vamos a Udaquiola y allá hice tres goles. En los dos primeros, sacaba desde el arco Alberto Volontín, la pelota picaba pasando mitad de cancha, cuando Ricardo Jaramillo se quería dar vuelta yo ya estaba gritando el gol en la media cancha. Yo era un avión, cancha chica… y al martes siguiente me rompí en un entrenamiento.
Si mal no recuerdo, vuelvo al fútbol en Estrada y luego paso a Ferroviario.
Hay un paso tuyo por el fútbol de General Belgrano…
Sí, en 1972, jugaba para Ferro, recién iban tres partidos del torneo, estábamos invictos y en un partido contra Estrada nos hacen dos goles en offside, una calentura bárbara y le pegaron a un línea y me echaron la culpa a mí y me suspendieron por 18 meses al no tener antecedentes, jamás había sido expulsado ni nada.
Al línea le había pegado el ‘Pato’ Casaux y le dieron 6 partidos de suspensión y otros 6 al ‘Pato’ Guisande. A Lara y al ‘Petiso’ Aneas le dieron 3 años y a Oscar Monaco le dieron dos años y nos fuimos a jugar a General Belgrano que era Liga Libre. Vos ibas al baño, te sentabas, te sacaban la foto y ahí nomás salías con el carnet y ya estabas en condiciones de jugar.
Nosotros jugábamos en “Casa Bruno” y éramos el ‘equipo pobre’. Recuerdo que la primera vez que fui jugamos un amistoso contra un equipo que tenía la camiseta de Racing. Yo estaba volviendo de la lesión en la rodilla y estaba volviendo a recuperar mi nivel, recuerdo al Director Técnico le pedían que me cambie y él les decía “No, dejalo que me está divirtiendo”.
Unos equipos bárbaros (Sportivo Belgrano, El Globito, etc.) y la gente acompañaba mucho, había muy buen fútbol.
Nosotros viajábamos los sábados a la tarde (no existía la Ruta Nº 29), dormíamos en la casa de algún amigo, jugábamos los domingos y a la tardecita volvíamos hacia Ayacucho.
Ahí conocí jugadores de gran calidad. Yo jugaba de ‘7’ y ahí conocí un número ‘8’, de Las Flores, que jugaba una barbaridad pero que había que atajarlo con el tema de la ginebra porque ‘chupaba’ mucho.
Un día, estábamos con todos los muchachos de “Casa Bruno” y convinimos en tratar de vigilarlo para que no tomara antes del partido pues teníamos por delante una semifinal y lo cuidamos, lo vigilamos y el tipo no probó una gota de alcohol.
Llega el partido, pasamos a la final, pero el tipo fue un desastre en ese partido. Entonces dijimos, “déjenlo, que haga lo que quiera”. Después volvió a jugar bien (risas). A los 18 meses justito, retorné al fútbol de Ayacucho.
¿Y tuviste alguna otra experiencia fuera de nuestra ciudad?
Sí, antes de la lesión, tuve la oportunidad de ir a Rivadavia de Necochea. Yo ya había combinado una prueba, la única condición que les ponía era el tema que me consiguiesen un trabajo allá.
Resulta que en la primera etapa del Campeonato Argentino de 1968, Ayacucho compartía zona con Balcarce y Necochea y ahí ellos me vieron. Previamente, en un amistoso con Necochea habíamos salido 2 a 2 y en ese partido yo les había hecho dos goles.
Me había marcado un tal Terri, muy alto, y le pegué un baile que no tenía control, pero el tipo cometía un error, salía a buscarme a la mitad de la cancha. Yo hacía un viraje y me le iba.
Terminado el partido me dice “Negrito, me has pegado un baile bárbaro, ¿cómo puede ser? El miércoles lo marqué a Artime y no lo dejé mover…”. Vos cometiste un error -le digo-, me saliste a buscar si vos me esperás en el área no te paso nunca. Tenía piernas largas, un físico tremendo, era un jugadorazo. Tenían otro muy buen jugador, un ‘3’ (París) que a ‘Pocho’ Guisande no lo dejaba ni mover. Ahí conocí un lote de jugadores bárbaros.
Resumiendo, el pase se cayó porque justo vino la lesión que te comenté, hubiera ido a jugar a una plaza que tenía muy buen fútbol.
¿Cuál fue el mejor equipo que integraste?
Sin dudas, el Estudiantes de 1973. Ese equipo estaba 3 ó 4 goles arriba del resto. En Estrada tuvimos buenas campañas pero era todo garra y contragolpe. En ese Estudiantes agarraba la pelota el ‘Gallego’ Sayago y te llegaba limpita. Si un compañero andaba mal, seguro que había otro que ese día se destacaba. Además, Sayago, Genín, Rosales, Baigorria ¡qué jugadores!
Club Atlético Estudiantes, Sub Campeón de nuestro fútbol en 1973
¿Por qué ese equipo no pudo ser campeón, perdiendo con Sarmiento 4-3 en aquella recordada final después de ir ganando por 3 a 0?
Ganábamos 3 a 0, los tres goles vinieron por mí, yo le estaba ganando el duelo a ‘Dumbo’ Ibarra quien era mi marcador. Arranca el segundo tiempo, 3 a 0 arriba y ellos se avivan y me cambian la marca y me lo mandan a Víctor Vallejos. Al rato me agarra un tirón y recuerdo que Víctor me dice “Rojito, se acabó la amistad. Si querés después del partido vamos a la cantina y tomamos algo pero acá dentro a lo hombre”. Yo le respondo “lástima que me agarró un tirón porque si no iba a ser lindo duelo”. Pese a todo seguí porque yo físicamente estaba bien pero ya no era lo mismo.
Yo hasta el último segundo tenía fe porque a pesar del tironcito, yo veía que ellos también estaban ‘muertos’ físicamente. Yo pensaba 'poniéndome una muslera en el alargue los tengo que matar'. El alargue era mío, ahí no había Vallejos que valga y justo a los 89’ el ‘Zurdo’ Mingone pone el 4 a 3.
Otra cosa que nos perjudicó a nosotros fue el ingreso de ‘Vidrio’ Cuneo que entró y empezó a ‘manejar los hilos’ como ‘5’ y un tipo de mucha visión que encima hace un gol a los 8 del segundo tiempo (1-3). También hay que decirlo, lo perdimos porque no teníamos arquero. Estaba ‘Canti’ Oillataguerre, fuera de estado, que en uno de los goles de Sarmiento tuvo toda la responsabilidad y no atinó a nada.
Otros motivos que influyeron fueron que perdimos marca en el mediocampo y queriendo contrarrestar eso ‘Tito’ Martínez saca al ‘Carancho’ Aneas y lo pone a Palas en un cambio que no rindió lo esperado. También Horacio Genín quiso definir de lujo en 2 ó 3 ocasiones jugadas que de haberlas convertido hoy estaríamos hablando de una goleada histórica. En el primer tiempo Sarmiento estaba regalado y Genín con todas la luces.
Terminó el partido y yo me arrodillé en el medio de la cancha no entendiendo lo que había pasado. Yo si perdía, perdía, no lo sentía tanto, pero acá íbamos ganando bien y era increíble haberlo perdido de esa manera. Pero, del otro lado estaba el oficio de Sarmiento, nuestro mal estado físico, 3 a 0 arriba y en vez de retrasarnos buscábamos el cuarto, encima dando la ventaja de no tener arquero.
Síntesis de aquel memorable y decisivo partido de Noviembre de 1973
¿Cuál fue el mejor partido de tu vida?
Tengo dos partidos que recuerdo mucho. Uno reforzando a Independiente vamos a jugar contra la Selección de Rauch. Independiente nos había invitado al ‘Gallego’ Sayago y a mí a reforzar el equipo. Jugaba yo de ‘8’, ‘Cato’ Sutil de ‘5’ y el ‘Gallego’ Sayago de ’10. El fútbol de ellos dos, la ligereza mía y yo llegaba al gol y ese día hice el primero. Viene un centro rasante del ‘Gallego y a mí ya se me terminaba la cancha y la metí abajo al palo y seguí de largo porque si no me mataba. Yo no sé como lo hice pero la metí y ganamos 3 a 2.
Después del partido los de Rauch nos decían “Ché, que bien se combinan, cuanto hará que están jugando juntos y era la primera vez que jugábamos” (risas). En ese partido debutaron el ‘Topo’ López y Alfredo Miguel.
Después otro partido bárbaro fue aquel en Pringles en donde ganamos por 2 a 1 (hice un gol) y jugué arriba junto a ‘Pocho’ Guisande. En Pringles jugaba de ‘9’ Violi un flaco alto que después fue a jugar a Necochea y dos wines muy buenos.
La pelota descansa en la red, empujada por el 'Negrito' Rojo, 2 a 1 a Coronel Pringles
y Ayacucho avanzaba en el Campeonato Argentino de 1968
Al mediodía vamos a comer y vienen los mozos y nos decían “muchachos, nosotros los atendimos bien pero ahora los van a atender mejor porque les van a meter cuatro ó cinco” (risas). Pero después del partido, lamentablemente, a los mozos no los vimos más.
¿Y tuviste algún partido en donde no te salía una?
Sí, tengo una anécdota muy buena. Con Estrada le ganamos 2 a 0 a Sarmiento (goles de Sayago y Cabarrou), no teníamos casi suplentes. Los marcadores de punta eran ‘seguidores’ al mango: ‘Bocha’ García de ‘4’ y el ‘Paisano’ Oscoz de ‘3’ y la delantera era Taylor, Quinteros, yo, Sayago y Carlitos Cabarrou.
Resulta que nos expulsan a cuatro jugadores contra en ese partido Sarmiento, entre ellos a Sayago, que era fundamental para nosotros, entonces vamos a jugar a Solanet. Nosotros habíamos sacado tres puntos de ventaja, ganando éramos campeones, faltaban dos partidos.
Me dice Agustín Moro ¿Negro no querés jugar de ‘10’. No -le contesto- yo me paso de revoluciones, poca marca. Me insiste “pero jugá, ¿quién va a jugar si no”? Bueno, acepto, hasta ahí va todo bien. Empieza el partido y yo veo que un tipo se me pone al lado, un tal Maldonado, iba para el área se me ponía al lado. Te lo juro por Dios, Alberto Volontín sacaba los saques de arco, el tipo al lado mío, sacaban los laterales, el tipo al lado mío. Me parece que fue el primer partido y el último que jugó en su vida. Nos ganaron 1 a 0 con gol de penal de uno de los Jaramillo.
Termina el partido, viene Gimbatti, que era el técnico de Solanet, y me dice “vamos a tomar una copita Rojito, lo quiero saludar”. Le digo “linda marquita me puso usted”. "Sí, -me dice- no dejándolo mover a usted no pasa nada". Había faltado Sayago que era quien ‘manejaba los hilos’ en Estrada y era mi ‘compadre’, si él hubiera estado por más que me marcara a mí no hubiéramos perdido.
El Ateneo Estrada de finales de los '60. El Negro en la fila de abajo, a su derecha Carlos Sayago el 'compadre' futbolístico
¿Sabés lo que hacía después yo? Cuando ya ví que la marca era para mí solo me iba y amontonaba jugadores y le decía a Ramón Quinteros “aprovechá, aprovechen ustedes” y no aprovecharon nada. Cancha chiquita, un cajoncito, y perdimos 1 a 0. Después perdimos 2 a 1 con Estudiantes que también recuerdo que ‘Tito’ Martínez me mandó a marcar por un tal Guibaudo (de General Belgrano) y lo hizo muy bien y perdimos el campeonato.
Después con Berdugo, quien jugaba por Independiente, nos hacíamos de todo, nos escupíamos nos bajábamos los pantalones, de todo. La venganza mía eran los goles y ganar el partido no me interesaba otra cosa, por eso nunca fui expulsado. Yo si me pegaban y venía el referí y encima me amonestaban a mí, ni bolilla.
Un día en la vieja cancha de la Liga jugábamos contra ellos y ese día había mucho barro y, te imaginás, me venía bárbaro. Para mí era un lujo jugar en el barro, yo era livianito, ligero, de gambeta cortita, hice dos goles y le ganamos 2 a 1 en la final del Preparación. Ese día la revancha fue mía.
(continúa acá)
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